Cuando mi corazón se agriaba
y me punzaba mi interior,
yo era un necio y un ignorante,
yo era un animal ante ti.
Pero yo siempre estaré contigo,
tú agarras mi mano derecha,
me guías según tus planes
me llevas a un destino glorioso.
¿A quién tengo yo en el cielo?
Contigo, ¿qué me importa la tierra?
Aunque se consuman mi espíritu y mi carne,
Dios es mi roca, mi lote perpetuo.
Sí, los que se alejan de ti se pierden,
tú destruyes a los que te son infieles.
Para mí lo bueno es estar junto a Dios,
hacer del Señor mi refugio
y contar todas tus acciones.
Salmo 73, 21-28
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