El que teme al Señor nada temerá;
no se desalentará,
porque Él es su esperanza.
Dichosa el alma del que teme al Señor.
Los ojos del Señor se posan
sobre quienes lo aman:
son poderosa protección y fuerte apoyo;
abrigo contra el viento abrasador
y sombra contra el calor del mediodía.
Él es guarda contra el tropiezo
y auxilio contra la caída.
Él levanta el alma y da luz a los ojos;
Él da salud, vida y bendición.
Sir 34, 14-17
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