NUESTRAS SANTAS PRETENSIONES
El rey David, en el apogeo de su poder, quiere lo mejor para Dios, honrarlo sobremanera, ofrecerle todo lo que posee como muestra de homenaje y agradecimiento, porque sabe que a Él se lo debe y reconoce la majestad y benevolencia de quien lo sacó de sus rebaños y lo condujo al trono de Israel; decide, pues, construir un Templo como nunca